A principios del año 1964 una persona amiga que se dedicaba, a la cría de aves, me regaló una pareja de tórtolas muy jovencitas, y me indicó las instrucciones básicas para su tenencia y manutención.
Recuerdo que me explicó, entre otras cosas, que estas simpáticas aves forman parejas estables a lo largo de toda su vida. De ahí derivan aquellas conocidas expresiones " Estan enamorados como dos tortolitos" o " Se miraban como dos tortolitos".
Desde el primer momento establecí una relación muy afectiva con aquellas pequeñas aves. Las tenía en un amplio espacio protegido donde antes habíamos tenido palomos. Allí podían moverse y alzar el vuelo a sus anchas. Dediqué horas y más horas hasta conseguir que acudieran a comer semillas de mi mano, y poco a poco se fueron acostumbrando al contacto humano, hasta el punto de que, como puede apreciarse en la fotografía, las sacaba del palomar y recorrían mis brazos y se posaban en mis hombros sin levantar el vuelo para alejarse. Hubiera dejado abierta la puerta del palomar con la seguridad de que no hubieran escapado, pero desistí de ello para protegerlas de los gatos, que con toda seguridad no hubieran tardado en darles caza para procurarse un buen festín.
Cuando tuve que ausentarme, con motivo del cumplimiento del servicio militar, aprovechaba los permisos que periódicamente me concedían para reanudar mis contactos con ellas, hasta que un buen día, durante aquellas prolongadas ausencias, aprovecharon que la puerta del palomar quedó abierta mientras mi padre estaba procediendo a la limpieza de su interior y emprendieron el vuelo hacia el exterior para no regresar. Me apenó mucho conocer aquella noticia, y de la fotografía que ilustra estas líneas, me queda el lejano pero, a la vez, muy grato recuerdo de aquellas bellas criaturas aladas, mis adoradas tortolitas.
Preciosa historia...
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