miércoles, 28 de octubre de 2015

UNA RIMA DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER QUE MEMORICÉ AL POCO TIEMPO DE CONOCERLA.




Si en el anterior post referí que la leyenda "El Monte de las Ánimas", de Gustavo Adolfo Bécquer caló hondo en mis años de adolescencia, la rima "Cerraron sus ojos" , del mismo autor, causó un impacto difícil de explicar en mi interior,  hasta el punto de que llegué a memorizarla al poco tiempo de conocerla.

 LXXIII

Cerraron sus ojos, 
que aún tenía abiertos;
taparon su cara
con un blanco lienzo;
y unos sollozando,
y otros en silencio, 
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz, que en un vaso
ardía en el suelo, 
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase, a intérvalos,
dibujarse rígida
la forma del cuerpo. 

Despertaba el día,
y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo;
ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
 medité un momento: 
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos! 

De la casa en hombros 
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las ánimas 
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos;
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporreteo.
Tan medroso y triste,
tan obscuro y yerto
todo se encontraba...,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!. 

De la alta campana
la lengua de hierro
le dió, volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
 amigos y deudos
cruzaron en fila
formando cortejo.

Del último asilo,
obscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo;
allí la acostaron,
tapiáronla luego,
y con un saludo
 despidióse el duelo.

La piqueta al hombro, 
el sepulturero,
cantando entre dientes
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
 reinaba el silencio; 
perdido en las sombras, 
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!. 

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero, 
de la pobre niña
a solas me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
  allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!... 

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?
¡No sé, pero hay algo
que explicar no puedo, 
que al par nos infunde
repugnancia y duelo
al dejar tan tristes,
tan solos, los muertos!.
  

domingo, 25 de octubre de 2015

"EL MONTE DE LAS ÁNIMAS", UNA LEYENDA DE GUSTAVO ADOLFO BÉQUER QUE CALÓ HONDO EN MIS AÑOS DE ADOLESCENCIA.

Gustavo Adolfo Bécquer. Pintura realizada por su hermano Valeriano. Museo de Bellas Artes. Sevilla.

Recuerdo que, en mis primeros años de la adolescencia, cayó en mis manos un libro de Gustavo Adolfo Bécquer (1). Era una recopilación de rimas y leyendas.  Hubo una de aquellas leyendas, que me causó un impacto especial. La leí una y más veces. Y todavía más tarde, con el paso de los años, lo he ido repitiendo. Se trata de "El Monte de las Ánimas", que cuenta lo ocurrido a un joven llamado Alonso al intentar complacer a su prima Beatriz en la noche de difuntos, la noche de la festividad de Todos los Santos.

Bécquer asegura haber oído esta leyenda en Soria, y admite sentir cierto miedo al escribirla. La historia transcurre en Soria, en el llamado Monte de las Ánimas, el día de los difuntos. Los condes de Borges y de Alcudiel, junto con sus hijos Beatriz y Alonso y acompañados de sus pajes, iniciaban el camino para participar en una cacería, montados a caballo. Alonso empezó a relatar una leyenda, la del Monte de las Ánimas, en que al parecer este monte pertenecía a los Templarios, que eran guerreros y religiosos a la vez. Cuando los árabes fueron expulsados de Soria, el Rey los hizo venir para defender la ciudad. Aquella decisión ofendió a los nobles de Castilla y se originó una rivalidad entre ellos. De ahí se inició una batalla hasta que el Rey ordenó finalizar la lucha. El monte fue abandonado y en la capilla de los religiosos se enterraron los cuerpos de los fallecidos en combate de ambos bandos. Cuenta la leyenda que cuando llega la noche de los difuntos, las almas de los muertos corren junto con los animales del monte y nadie quiere estar en aquel lugar en aquella fecha.

Una vez en casa de los condes y reunidos junto a la lumbre, sólo los primos Alonso y Beatriz estaban ajenos a la conversación, hasta que Alonso rompió el prolongado silencio diciéndole a su prima que, debido a que próximamente debían separarse, le gustaría hacerle un regalo para que siempre lo recordara. Después de mucho insistir, Beatriz aceptó una joya sin decir nada, y a cambio su primo le pidió un obsequio suyo. Ella estuvo conforme y le refirió que en el Monte de las Ánimas había perdido la banda azul que llevaba, y que era lo que deseaba regalarle.

Alonso se sentía muy fuerte a la hora de luchar con cualquier bestia, pero le aterrorizaba la idea de ir a aquel oscuro lugar en aquella fecha, y sintió miedo, pero motivado por la sonrisa de la bella dama,  se dirigió aterrorizado a recuperar la banda perdida para así contentar a Beatriz.

Pasaron las horas y Beatriz se desveló al creer oir su nombre en una pesadilla. Al despertar no pudo volver a conciliar el sueño, y decidió ponerse a rezar muy asustada. Cuando amaneció se avergonzó de su comportamiento al asustarse la noche anterior y, entonces, vió su banda azul ensagrentada y desgarrada en su mesilla d noche. Se quedó pertrificada no dando crédito a lo que veían sus ojos.

Más tarde sus sirvientes le avisaron de una triste noticia. Alonso había sido devorado por los lobos del monte, pero la encontraron muerta.

Dicen que después de este suceso, un cazador tuvo que permanecer una noche en el Monte de las Ánimas y que antes de morir pudo contar que vió los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles sorianos enterrados en la capilla, levantarse, y además pudo ver también como una mujer hermosa  desmelenada, corría apresuradamente, con los pies ensangrentados, perseguida por caballos y lanzando chillidos de terror, daba vueltas a la tumba de Alonso.

(1) Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido por Gustavo Bécquer (Sevilla, 17 de febrero de 1836 - Madrid, 22 de diceimbre de 1870), fue poeta, escritor y novelista, siendo, junto con José de Espronceda las dos más máximas figuras del Romanticismo español del siglo XIX.

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jueves, 8 de octubre de 2015

ARRELS GIRONINES: MIS ABUELOS PATERNOS

      De izquierda a derecha: Mi padre Emili y mi abuelo Manel.
  Mi abuela  Josepa





Mis raíces gerundenses por línea paterna las forman  mis abuelos Manel i Josepa.


MANEL VENDRELL I FORNÓS. Nacido en Llagostera (Girona)



JOSEPA COSTA I CARLOS. Nacida en Lloret de Mar (Girona)

Unidos en matrimonio fijaron su residencia en Llagostera, donde nacieron sus hijos: Carme, Remei i Emili ( mi padre).