Entre los años 1953 y 1957 nos trasladamos, mis padres, mi hermana y yo, a vivir a Barcelona, en un establecimiento dedicado a "ultramarinos" (colmado), en la calle Mayor de Gracia, (actualmente Gran de Gràcia).
Mi escolarización transcurrió, en aquel periodo, en las Escuelas Cristianas de los Hermanos de La Salle (La Salle Josepets), en la calle de Santa Ana, detrás de la plaza dels Josepets, realizando el Ingreso, Primer curso y Segundo curso de Bachillerato. Luego, de regreso a Sant Boi de Llobregat, lo finalizaría en el Colegio Balmes de aquella localidad.
Recuerdo que en aquellos tiempos, cada año, al iniciarse el mes de diciembre, se ponía en marcha la campaña denominada " Navidad del Pobre", que consistía en donativos que las familias efectuaban en sus respectivas parroquias, y las cantidades recaudadas se destinaban a repartir entre las familias más necesitadas, para aliviar su situación de pobreza en el transcurso de las fiestas de Navidad.
En el colegio, las aulas rivalizaban en conseguir la mayor cantidad de alimentos no perecederos que aportaban sus alumnos (paquetes de arroz, de pasta, harina, botellas de aceite, latas de sardinas, de atún, de conservas, et.) que días antes de Navidad se hacían llegar a la Parroquia para ser entregadas a las familias más necesitadas del barrio.
También recuerdo que en el establecimiento de mi padre, acudía puntualmente en aquellas fechas, un señor impecablemente vestido, que jamás se identificó pero que pagaba por anticipado su pedido, y que entregaba a mi padre una larga lista de artículos de alimentación, que el dependiente del establecimiento que efectuaba los repartos a domicilio, llevaba a un convento cercano de religiosas, que vivían en unas condiciones económicas muy precarias.
Todas estas situaciones calaron en el fondo de mi conciencia infantil, acostumbrado a vivir carente de privaciones, y me costaba hacerme la idea de que había personas que estaban en el umbral de la miseria pasando hambre. Me preguntaba también porqué aquellas acciones se efectuaban solamente en fechas cercanas a la Navidad, cuando la situación de aquellas familias necesitadas se repetía día tras días a lo largo de todo el año y no solamente en el tramo final del mes de diciembre.
Ahora, poco más de medio siglo más tarde, asisto impotente a la repetición de aquellas mismas circunstancias. La difícil coyuntura socio-económica de estos últimos años ha desencadenado en una crisis generalizada en la que, el añadido de unas circunstancias derivadas de una corrupción política y unas apropiaciones indebidas de cantidades multimillonarias, esté aflorando la pobreza en España y extendiéndose a pasos agigantados en amplios sectores de la población, que no voy a explicitar en este espacio por ser de todos desgraciadamente más que conocidas. Y en consecuencia, como en la década de los años cincuenta del siglo pasado, entidades humanitarias, sociales, religiosas, deportivas, recreativas, etc.; organizaciones no gubernamentales y establecimientos de diferente índole, amén de un contingente muy importante de personas voluntarias, están volcadas en conseguir alimentos para ser entregados, como antaño, a familias necesitadas, si bien ahora, estas actuaciones tienen continuidad más allá de las fiestas navideñas, atendidas las necesidades que dia a dia asolan a estas familias, y a otras que cada día se van añadiendo a la larga lista de personas carentes de sus primeras necesidades.